ANÉCDOTAS DE TÍO PLUTA Y DEL GROSERÓN DE CHICHÍ
Se habla de escuela en Campo de la Cruz, cuando de aprender se
trata; entonces veamos este colegio y el fundamento de sus maestros. En la
antigüedad de este pueblo, están registradas
“Las Maromas de Karneades”; como un negocio que no fue negocio; las
negoció por chusco y grosero para que el pueblo tuviera la oportunidad de
reírse de él mismo como una necesidad y sin costo alguno. Y eso es lo que ha
hecho este pueblo desde el principio de sus tiempos, al igual que el resto de
pueblos de este país mi país.
Los maromeros llegaron como de costumbre en un mes de marzo, como lo
dijera ya Gabriel García Márquez en su relato sobre Macondo; cuando la fe
cristiana de este pueblo era niña; de trenza, moño y sin ningún otro adorno que San José; y cuando quisieron irse, dos
meses mas tarde, Karneades les dijo con autoridad patriarcal: “Se van ustedes
pero las maromas se quedan, se las voy a pagar bien”. Entonces Karneades Ocampo
Pallares procedió a entregarles diez gallinas cogote pelao, cinco pavos, una
chiva con su chivo padrote y una burra sin burro para que el gitano fuera más
feliz ya que no tenía mujer; también les entrego una mula con sus aperos de
arriar. Las maromas de Karneades Ocampo fueron famosas en Campo de la Cruz y
toda la región, porque a los gitanos le preguntaban por las maromas, los zancos,
la rueda voladora y la lupa que presentaban a sol caliente como un instrumento
de guerra e incendiario; y ellos con nostalgia vagabunda, solo decían que en
Campo de la Cruz las tenía Karneades y mostraban el hierro que llevaba la mula
en el muslo trasero del lado izquierdo; un balde bocabajo, y por consiguiente
sin nada. Hasta el mismo hierro era una maroma simpática. No le interesó hacer
dinero con las maromas; solo quería ser feliz riéndose de él mismo. Para el no había otro mejor circo
que el de la misma vida en su loco deseo de existir. Nunca se lucró de sus
semejantes.
Por las noches todo el mundo se reunía donde Karneades para intentar
maromear; hubo una noche, la mejor noche, tan histórica que Karneades prometió un descanso; cerrar las maromas hasta
nuevo aviso. Esa noche hubo tres brazos descompuestos, tres dientes afuera, su
secretario de maromería comió tierra tres veces intentando desplazarse con la
rueda entre las piernas. Esa misma noche Zirimbó llegó con el propósito de comprar los zancos
porque con ellos tenía la posibilidad de cruzar Caño Piedra sin mojarse, pero cuando los estaba
probando, los zancos se doblaron y al instante se partieron; la gente se estaba riendo antes de que se
doblaran, como si la premonición se les hubiese convertido en carcajada.
Karneades alzó la vista, miro al cielo e
imploro por aquel desastre de incorrección y dijo: “y eso que la luna esta
clarita”. De aquí en adelante cuando a alguien no le sale bien lo que esta
haciendo, se le decía: Como las maromas de Karneades. Karneades era un hombre
diminuto; oportunamente chusco, changango, groserón y serio a la vez; destilaba un humor
serio. Era hermano de José Eduviges
Ocampo; un hombre mas todo, menos chusco, menos changango y menos grosero.
Esta pagina de la historia dobló cuando cuarenta años mas tarde Zirimbó,
demostró que un mecanismo sencillo en equilibrio con tracción de pedal, podía
soportar quince arrobas de humanidad y llevarlo de la Mochila a Cachimbo sin
detenerse ni caerse; así lo vi en una bicicleta Raling, cuya espectacular
experiencia no se centraba en el raquítico mecanismo sino en el aprieto en que
andaban esas dos delgadas ruedas rellenas de finas varillas; los pedales, la
cadena, el manubrio, los dos delgados ejes de tres octavos incrustados en los
trinches del caballo; cuya silla se sabía de ella por la queja de sus dos
resortes, porque en la imaginación de los muchachos iba perdida; era un
armonioso espectáculo que no aguantaba un imprevisto; cualquier urgencia que
rompiera ese equilibrio hombre aparato, era un desastre inevitable.
Una vez el nieto mayor de
Karneades, Plutarco Martínez Ocampo, siendo un niño de unos cinco años, le
pidió que le prestara un machete; Karneades le dijo que en el rincón de la hornilla
había uno. El niño fue a buscarlo y cuando se dio cuenta que era un soco hecho
sierra para hacer totuma, se trasformó y con gran enojo le dijo, “eso no sirve”
y se lo quedo viendo como acusándolo con la mirada porque la herramienta no era
de su utilidad; fue así como el viejo
Karneades le dio una respuesta tierna y dulce, “carajo mijo; ese fui yo, que
anoche partí panela con el y las
hormigas le comieron el filo”. Estas respuestas de circo o feria, las aprendió
tío Plúta de Karneades su abuelo; las mismas respuestas que ahora Chichí fabrica sin fallar.
Cecilio Barrios Rodríguez, toda la vida ejerció la tauromaquia con las
respuestas de tío Pluta, pero como mesclaba el miedo con el respeto, siempre
salió corneado, su miedo era como el de las mujeres; con miedo pero quieren y
gozan. Así eran estos personajes que gozaban de sus dichos y conclusiones.
Una noche llegó Cecilio donde tío Pluta y sin mayor afán tomo la
palabra, hablando de una raza de ganado que tenía en Pisa Barro; era una raza
tan poco común que el mismo no la conocía, la aludía pero le tenía miedo porque
los becerros a los tres días de nacidos, ya les tenía miedo de acercárseles;
los veía de lejos y estaban mas altos que el. Tío Pluta le hizo silencio para
acusarlo de irrespetuoso e imprudente; Cecilio no resistió el escalofrió de la
plaza y dijo: “Pluta, tu sabes algo de esa raza”. Entonces el viejo Pluta le
dijo riéndose, “carajo ese ganao aquí lo hay por demás, lo tiene todo el mundo;
ese es “Ganao Chivo” ese ternero de que me hablas, es que está
trepao en un tronco y no te haz dado cuenta porque lo ves de lejos y con
miedo”. Cecilio se sintió defraudado y le dijo a tío Pluta que lo creía serio,
pero el viejo Pluta sin dejar de reírse le dijo: “siempre he sido serio y te
trato bien, todas las veces te recibo con lo que me traes, y eso no es malo. Tú
eres el que viene; y yo estoy.
LA TEORÌA DE CECILIO BARRIOS RODRÍGUEZ
Desde que tengo uso de razón le he escuchado dos teorías a Cecilio
Barrios; y una de ellas es referente a la plaza de Campo de la Cruz. Cecilio
siempre tuvo la inquietud de que el palacio municipal fuese trasladado a la
plaza; tal vez quería que su casa diera frente con la alcaldía municipal, y en
vista de que eso no se dio, se dedicó con énfasis y sarcasmo a su teoría: Con
mucha frecuencia, visitando a Tío Pluta y aprovechando la presencia de otras
personas como la de Diego Tatis, el medico Plinio Martínez, Pacha Cardona y el
Viejo Demo; decía que el único pueblo que el conocía donde la gente pudiente,
de importancia, de prestigio, no vive en la plaza; es este. Enfatizaba así:
Fíjense; Marriaga, Santos Saravia, Margarita Leiva, Eloy Tejeda y Plutarco Martínez.
Tío Pluta se reía y le decía; “cada día que te veo, veo que no estas
aquí; que no conoces el pueblo. Si tu te mudas aquí, de vecino mío aquí en la
plaza; los pelaos antes de una semana te tienen de mona. Haz la prueba para que
veas o sigue viviendo donde vives y cambia si quiera un poquito de tu estilo
para veas que te pasa lo mismo”.
Cecilio no lo quería creer; no compró una casa en la plaza y se
preguntaba; qué me puede pasar en mi propia casa.
Muchos años mas tarde, la esquizofrenia del rio Magdalena, provocó
el negocio y la presencia de la draga china, más el festín noticioso de la
corriente. Cecilio alquiló su casa a los chinos, compartiendo con ellos, y como
abandonó un poco el queso, los pelaos lo bautizaron “Chino Viejo”
Esta versión es de Chichí, me
la comentó como una profecía de su padre.
Nota: El termino Zirimbó se
escribe con Z en función de que es una corrupción o derivación de ZORIMBO que significa
Ebrio, Borracho, estar bajo el efecto del licor.
Esto sucedió una vez que un
amigo De Emmanuel Navarro Rojano “ Zirimbó” , fue a preguntar por el, y el viejo Navarro le contesto: Ahí esta
zorimbo. Esto fue risa y risa hasta reventarse el termino en ZIRIMBO COME
ARROZ.
Tio pluta sostenía
que en aquellos tiempos ni se hablaba bien ni se escuchaba bien……..